Poca caza este mes. Tocaba reposar, después de las batidas desbocadas de los meses anteriores.
La casa se nos está quedando pequeña. Muy a mi pesar, tendré que esforzarme por limitar la captura de ejemplares en papel al mínimo imprescindible.
Hasta ahora mantenía el formato electrónico solamente para los libros escritos en inglés. El lector electrónico es algo que llevaba tantos años esperando: tener el diccionario en la punta de los dedos te da una facilidad absoluta para leer en la lengua original. Y la oferta es descomunal. Pero, entendedme, prefiero el papel. El tacto, el color, el inconfundible aroma de los años en un volumen antiguo. Subrayar. Doblar las hojas. Anotar. Sí, me gusta pintarrajear. No soy un maniático del objeto. Pienso que el papel está justo para eso: para apuntar, escribir, o tatuarle algo mío al libro.
Pero mi ansia de trofeos exige cambiar de hábitos. Lo intentaré.
Megalodón (The Meg) no es para mí, aunque hablan bien de él y alguna gana me ha entrado de leerlo. Es un regalo para un buen amigo. Él ya sabe porqué. Y, sí, la peli de Jason Statham está basada en este libro. Es decir, que alguien escribió un libro antes sobre esto. Ni siquiera la peli es original en eso. La vida te da estas sorpresas, ya ves tú.
El cuarto volumen de la antología de relatos japoneses de los Mitos de Cthulhu se me había pasado en la cacería anterior. Supongo que uno está tan condicionado por las trilogías que nunca mira más allá del tercer libro. Ojalá J.K. Rowling hubiera tenido ese mismo defecto.
Por último, Our Lady of Darkness, un ejemplar que llevo persiguiendo un tiempo. Leí sobre él en un Presencia Humana, y me fascinó su punto de partida. Lo veo muy weird. Me parece una historia muy otoñal. Ayer mismo me lo empecé.
Eso es todo. Seguimos acumulando.