Escribo esto sentado en la barra de la cocina, junto a la ventana abierta por la que, finalmente, entra el sol del mediodía del domingo después del temporal. Si durante la pandemia me impresionaba el silencio que se escuchaba al abrir la ventana, ahora ese mismo silencio (provocado por la ausencia de coches en las carreteras) viene puntuado por el goteo rítmico del deshielo sobre el alfeizar. A esta hora los carámbanos que aparecieron sobre las ventanas ya han desaparecido, pero hay una enorme cantidad de nieve acumulada sobre los tejados que veo desde aquí arriba. La autopista de circunvalación M40 ya tiene un carril despejado, aunque aún hay automóviles, camiones y autobuses atrapados en el otro. Ocasionalmente caen penachos de nieve de los árboles, que se sacuden como animales despertando de un sueño. Otros, en cambio, permanecen quietos, rotos bajo el peso de la nieve que los derrumbó. A esta hora el sol calienta y hemos podido abrir las ventanas, por fin. La previsión es que esta misma noche la temperatura baje hasta niveles inauditos. Tendremos que encerrarnos de nuevo en la Torre.
Durante la noche más dura del temporal la electricidad se cortó hasta en nueve ocasiones. Las rachas de viento y nieve golpeaban las ventanas y las niñas se despertaron varias veces. La persiana de una de las ventanas de su habitación, que por su orientación recibía todo el viento de cara, se atascó aquella noche y fue imposible subirla durante un día.
Ensayo, manga, revista, surrealismo en el tsundoku de este mes. Me ha quedado una cosa bastante loca. Debería meterlos todos juntos en la máquina de teletransportación de Seth Brundle, a ver qué salía de allí. Pero no tengo ninguna escopeta cerca, solo una pistola de silicona.
Las pasadas fiestas me decidí por fin a releer Cuento de Navidad. Apenas lo recordaba. Lo leí por primera vez en mi tierna adolescencia, cuando tersos cabellos de brío indómito recorrían mi frente. Esta vez, quizá debido a la espléndida madurez que evidencia mi cráneo lustroso tuve una sensación reconfortante, como hogareña, desde sus primeras páginas. Fuera coñas, la prosa de Dickens siempre es magnífica, pero es que además tiene detalles magistrales como los silencios cargados de significado del Scrooge enfrentado a su pasado. Me gustaría que esta lectura se convirtiera en una tradición navideña para mí: cosas de la madurez espléndida.
Siguiendo con las lecturas, quiero destacar la bondad de los A very Short Introduction de Oxford. Me han convencido estos libros breves que dan claves sobre un tema, en un estilo informativo e interesante a la vez. El dedicado a la traducción se lee muy bien y te da los elementos precisos para saber dónde te interesa profundizar o quedarte con los conceptos básicos. Además, incluye un muy extenso apartado de lecturas adicionales y referencias citadas que te da el pie para continuar investigando. Muy recomendables, oigan. Estoy deseando que se lance el de Horror, previsto para el 1 de junio de 2021.
Seguro que te estás preguntando qué películas han pasado por la Torre últimamente. Pues bien, por aquí ha vuelto a desfilar The invitation, una peli que vi hace no mucho, y que me apetecía revisar. Su segundo visionado ha confirmado las grandes sensaciones del primero: está llena de lecturas, pero para mí la que prevalece es la metáfora sobre el secuestro que la crisis del 2008 ha efectuado sobre el lenguaje. La clave está en ese vino del que los anfitriones dicen que es carísimo y todos nos quedamos para probar, pero cuya botella nunca llegamos a ver. No estoy seguro de que se me haya entendido algo, pero bueno: vedla y me contáis.
Otro gran revisionado: Inception. Origen, vamos. La de Nolan. Hace poco fui al cine a ver Tenet, también de Nolan. Nolantendí. Y ya está. Solo he traído Tenet para hacer esa gracia, así que corramos un tupido velo y pasemos a Origen: me parece increíble la cantidad de ideas e información que Nolan transmite durante la película. Es un no parar. Construye, como hacen los mismos personajes, un castillo de naipes que al final le sale bien al tío. Es apabullante y el drama del protagonista, además de profundo y conmovedor, está muy bien integrado en la trama. Creo que en el fondo Origen es una reflexión sobre el arte de crear. Quizá la más ambiciosa de lo que llevamos de siglo.
La versión del 71 de Charlie y la fábrica de chocolate también está llena de ideas, y me declaro fan del Willy Wonka de Gene Wilder, socarrón y cachondo, por encima del freak pusilánime y tostón de Johnny Depp, que da bastante grima y cuyo drama paterno me chirría bastante. Menos mal que por ahí andaba Christopher Lee para endulzarnos esas secuencias.
Silencio desde el mal (Dead Silence) es esa peli que se te cuela entre las pelis de terror de Netflix y que llama tu atención, pero nunca terminas de decidirte por ella. Hasta que escuchas el programa de Marea Nocturna dedicado a los muñecos diabólicos. Es una experiencia un pelín intensa: parece que se hubieran tomado 3000 Red Bulls para hacer la peli. No obstante, queda muy claro que James Wan es un tipo que conoce el lenguaje. El giro final me ha encantado y aunque se va sospechando algo durante la película, está muy bien resuelto. Cuando llega, te das cuenta de cómo el director te ido manejando con todas las cartas sobre la mesa y tú sin enterarte. Como me pasó en Insidious, la escena más terrorífica llega por la mitad del metraje y en un ambiente no muy propicio para ello. Si en aquella ocurría a plena luz de del día en un entorno doméstico, aquí es en medio de un espectáculo, rodeados de espectadores: en la actuación de la ventrílocua el muñeco sí es inquietante y parece dotado de vida propia, pero solo es un momento aislado en una película en la que los muñecos no terminan de serlo del todo. Por cierto, que la escena, o el truco, queda sin resolver y eso me parece genial. En la intensa escena cumbre Wan es capaz de pausar el ritmo hasta extremos exasperantes, supongo que la con intención de coger carrerilla para explosión final, pero resolviéndose la cosa a favor de los espíritus el terror baja unos cuantos grados para convertirse en una escena pura de acción. La puesta en escena es ejemplar en toda la película: el teatro en el lago, el cementerio, la mansión, incluso el piso del protagonista del principio. La música, muy machacona. Creo que bajar unas cuantas revoluciones le habría venido muy bien a la peli. Me recordó al Argento más desatado de Inferno o Phenomena, por decisiones narrativas muy locas o lugares que se convierten en otra cosa (cementerio - bosque). Supongo que mis problemas con esta peli reflejan mi falta de empatía con el ritmo y envoltorios del lenguaje del cine mainstream actual.
Y ahora viene el miniapartado de pódcast: lo que hace con el sonido la gente The Whisperer in the Darkness (BBC) es impresionante. Ahora que lo pienso, pudiendo pasar hora y media escuchando estos pódcast, ¿para qué iba a querer ver otra peli de James Wan?
Siguiendo con temática lovecraftiana, pero cambiando de medio, ha pasado por la Torre la serie Lovecraft Country (que empezó a emitirse este verano en HBO). El primer episodio es sobresaliente; los demás, ya no tanto. Me parecía que hubieran sido escritos por personas distintas. Sin embargo, la música de Laura Karpman es extraordinaria, tanto que parece fuera de lugar en un producto para la televisión. Curiosamente, fue grabada durante el confinamiento por cada uno de los intérpretes en sus casas: el teletrabajo aplicado a la orquesta.
Top of the Lake, la serie que hizo Jane Campion hace unos cuantos años, ha desaparecido de repente de HBO y en la Torre nos hemos quedado a medias. Es una pena porque, aunque después del arranque la cosa se estanca bastante, en el cuarto episodio la serie sube y sube cual burbuja por copita de cava. Aun así, algo de decepción hay, porque esperábamos más de la Campion. Eso sí, Holly Hunter está soberbia y cada vez más guapa.
Y solo un apunte seriéfilo más, para terminar: lo de Curb Your Enthusiasm no es de este mundo. Cada temporada es mejor que la anterior. Voy por la sexta y es increíble. El capítulo de las fiestas es de lo mejor que yo he visto en comedia en mi vida. Es una de esas series que te alegran el día.
Sin más, lo dejo aquí, que tengo que contemplar cómo se derrite la nieve desde la ventana.
Y no lo olvidéis: os seguimos vigilando desde la Torre.