Queridos amigos, un mes más paso por aquí para entregar la ración de novedades que han pasado por la Torre últimamente.
Empezaré, sin más dilación, por la sección #tsundoku que, como siempre, va primero. Este mes ha estado compuesta, básicamente, por la oferta digital para el Black Friday de Undertow Publications, una editorial canadiense que me encanta, tanto por su estética como por su línea editorial.
Con Country of the Worm, de Gary Myers, continúo explorando las Tierras del Sueño, una vez que he dado ya cuenta (otra vez) de la obra de Lovecraft. He de decir que La búsqueda en sueños de la ignota Kadath, una novela corta que me costó mucho encontrar en su día, ha caído varios enteros con la relectura: la encuentro llena de una peripecia que en ocasiones raya lo ridículo y parece que termina reduciendo las posibilidades de un escenario tan espectacular a unos pocos personajes y situaciones repetitivas. Puedes notar como al bueno de Howard se le van acabando las ideas a medida que avanzas por ella, y te quedas con una impresión como de que las Tierras del Sueño al final son cuatro amiguetes en una comarca. No obstante, hay que reconocer la enorme influencia que esta serie de Lovecraft ha tenido en los géneros de fantasía y de espada y brujería; al menos a mí se me ha hecho muy evidente al leerla. Bastante más me interesaron los relatos anteriores del autor, los más dunsanianos. Especialmente, el binomio de la Llave de plata. A través de las puertas me parece un esfuerzo muy meritorio por expresar lo inexpresable, aquello que se encuentra más allá del velo de la realidad: una auténtica proeza de relato.
Salem’s Lot, con todos sus defectos, lo he disfrutado muchísimo. Todo el nudo es magnífico, desde el arranque de la acción en la casa del profesor, cuando el libro sube y sube cual cohete elonmuskiano, hasta la penúltima noche en la que el pueblo se prepara para invernar. Es una lástima que el final se me quede un poco corto y algunas decisiones estructurales parezcan precipitadas. Aun así, es un pedazo de libro. Toca revisar la miniserie de Tobe Hooper, que es ya un clásico. Creo que será ya la cuarta vez que la vea. Está muy infravalorada, en mi opinión.
En territorio podcastero han caído (cómo no) lo último de Todo tranquilo en Dunwich, con un programa verdaderamente extraño dedicado a sectas ufológicas y fenómenos rarunos. Como siempre, su entusiasmo es contagioso y todas y cada una de sus reseñas le dan a uno mucho que pensar. Me estoy poniendo al día con Marea Nocturna, y este mes han caído sus dos entregas más recientes: la del cine de brujas creo que es uno de sus mejores episodios, totalmente imprescindible; en la de muñecos perversos (un tema que me apasiona) escucho cosas muy buenas sobre Dead Silence (que está en Netflix), así que intentaré verla. No está exenta de cierto riesgo, porque la primera peli que he visto del tal James Wan ha supuesto una terrible decepción: Insidious me decían daba mucho miedo, pero me resultó bastante banal y su antagonista, irrisorio (los señores en mallas con la cara pintada dejaron de asustarme hace tiempo). Además, ese combinado de viaje astral y posesiones que ofrecen como solución al misterio me resultó un batiburrillo indigesto que se descontrola en un final discotequero. Sin embargo, debo rescatar la secuencia del niño danzarín (que al principio confundí precisamente con un muñeco): ahí sí está muy bien conseguida la irrupción de lo extraño en un entorno seguro, doméstico, y a plena luz del día. Eso es, sin duda, lo mejor de la película.
Por la Torre han pasado un par de películas más de género: La Maldición de Rookford es un apreciable intento por hacer una historia clásica de fantasmas con una fotografía impresionante y un loable intento de tratar el trauma que trajeron los soldados supervivientes a la Primera Guerra Mundial, pero tiene el problema de que no se acaba de decantar por el terror, sino por el drama personal. Berberian Sound Studio es una frikada con montaje soberbio, alma críptica y una pretensión constante de trascender las dos dimensiones de la pantalla, cosa que sin duda consigue. La vi en Filmin, plataforma a la que he vuelto a suscribirme con la oferta del Black Friday, porque desde que me di de baja no hubo un solo día en que no dejara de arrepentirme de ello.
Respecto a series, hemos terminado con la primera temporada de The Wire: su último episodio es magnífico. Logia 49 crece y crece con cada episodio y actualmente me parece una puta maravilla. Me encanta y cuando apago la televisión no solo tengo una sonrisa de oreja a oreja, sino que me siento realmente feliz.
En lo que respecta a la escritura, por fin llegué a la cuarta y última revisión de un relato cuyo alumbramiento ha sido demasiado largo y penoso. Necesita opiniones externas. Mientras tanto, andamos terminando la documentación de una nueva idea, una cosa muy loca que no sé si va a funcionar, pero que me apetece mucho escribir. Hay por ahí alguna convocatoria interesante, pero no creo que pueda dedicarle todo el tiempo que se merece: he estado posponiendo desde hace meses otro proyecto, más largo, que no puedo eludir por más tiempo. Creo que el invierno le vendrá bien a esa historia.
Se acercan los meses más fríos del año. Este año hemos disfrutado de un otoño muy bueno, y bastante auténtico, en Madrid. La temperatura ha sido bastante agradable, hemos tenido unas cuantas nieblas, viento, y algo de lluvia. Desde la ventana de mi cámara en la Torre puedo ver, de vez en cuanto, bandadas de ánades en formación de punta de flecha, en plena migración, volando hacia occidente. Ayer capté un grupo de gaviotas. Me cuentan que viven de los basureros. A veces las veo en el lago artificial de parque.
Os deseo un feliz invierno, y felices saturnales también.
Recordad que seguimos vigilándoos desde la Torre.